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Foto del escritorYaiza Pérez

Un viaje a las emociones (parte 2)

Después de esta parada en el trayecto, la nave de Psicología Accesible continúa su viaje por las emociones. En la primera parte pudimos ver que nuestras protagonistas no surgen en balde, si no que cumplen y desarrollan una serie de funciones, como adaptarnos al entorno, comunicarnos o enfocar nuestra conducta en una dirección. Son vistas como ventajas que nos proporciona la naturaleza. Las emociones en sí mismas existían mucho antes incluso de que el ser humano fuera consciente de su existencia, pero con el paso de los años (millones y millones de años) y gracias a la evolución (un saludo a Darwin allá donde esté), la cantidad y la calidad de procesos en las que se ve implicada ha ido perfeccionándose, hasta formarse un mapa multidimensional de procesos conectados.


Las emociones son entendidas como un conjunto de reacciones conductuales, fisiológicas y subjetivas que dan respuesta a una variedad casi infinita de estímulos y situaciones que pueden proceder tanto de fuera (como enterarse de una buena noticia) como de dentro (el recuerdo de un ser querido). Esto supone un punto de partida para comenzar a comprender las emociones, podemos utilizar la información que tienen los estímulos y nuestros anclajes afectivos a estos.

Para seguir profundizando, viajaremos hasta el Sistema Nervioso formado por el cerebro, la médula espinal y una red de nervios que se despliega por todo el cuerpo. Digamos que esto es nuestra CPU, la Unidad Central de Procesamiento donde entra, se procesa, se registra y sale información. En esta CPU se ha observado que el papel de la amígdala (en el cerebro, no las de la garganta), reconocida como parte del sistema límbico, y la corteza prefrontal del encéfalo, juegan un papel relevante en el mecanismo de la emoción dadas sus interconexiones.


El papel de la amígdala está asociado a la reacción de estímulos adversivos o de peligro. Estos estímulos cuyo valor es negativo gozan de prioridad en el procesamiento y reacción dentro de nuestro cerebro. Por ello damos respuesta con más intensidad y velocidad a las cosas negativas que nos suceden y, de igual forma, sentimos que nos invaden. Vemos a la amígdala como uno de los centros principales de la emoción, y más concretamente del miedo. ¿Y cómo sabemos esto? Principalmente, debido a una práctica neurológica antigua donde a los animales se les extirpaba la amígdala. Al hacerlo, observaban que estos no sentían miedo, porque no desarrollaban comportamiento alguno que lo reflejara. Posteriormente también se han podido observar los efectos sin necesidad de sacrificar animales, como ante el estudio de los síntomas de algunas enfermedades o accidentes y su relación con la afectación de algunas de estas áreas cerebrales. Estudios más recientes, que utilizan técnicas de neuroimagen, reflejan como la amígdala se activa ante la visualización de imágenes de caras que expresan miedo. Es tan precisa, que la activación de esta estructura se da incluso si no se es consciente de ver tal estímulo.


En el proceso de la emoción, se ha estudiado la implicación de áreas corticales (corteza del cerebro). Estas son consideradas las más avanzadas evolutivamente hablando. Se han llevado a cabo estudios donde se registraba la actividad fisiológica de la emoción y la activación de estas zonas, en participantes sin y con daño cerebral. En uno de ellos, por ejemplo, los participantes realizaban un ejercicio de decisión entre ganancias y pérdidas monetarias. Observaron cómo ambas variables se correlacionaban positivamente en pacientes sanos, es decir, si aumentaba una, la otra lo hacía también. Este ejercicio implicaba que debían escoger dos alternativas con consecuencias afectivas, pues bien ganaban o perdían. Además de esto, se observaba la corrección paulatina en la elección de las decisiones según los participantes iban aprendiendo a cómo "arriesgar". Mientras que en las personas con lesiones en la amígdala o en zonas de la corteza cerebral, se apreciaban dificultades a la hora de tomar decisiones y anticipar las consecuencias. Esto ocurre porque el proceso para interpretar las señales, experimentar y aprendes de las emociones esta defectuoso.


Otras zonas como la corteza cingulada (altura media en la cara interna del encéfalo) se asocia a la experiencia subjetiva del dolor, tanto al experimentarlo como al anticiparlo o esperarlo. En ella también se ve actividad cuando se administran opiáceos, para el dolor, pero lo curioso es que ello también se observa cuando se administra un placebo (Petrovic et all. 2002). De esta cabe destacar dos partes, la parte delantera o anterior que es activada cuando manejamos información afectiva y la parte posterior que se activa al realizar tareas cognitivas con estímulos neutros, ambas tienen una acción recíproca de activación e inhibición, cuando una se activa la otra se inhibe y viceversa.

Aquí podemos ver como las emociones influyen en las decisiones que tomamos, por ende conlleva tener cuidado realizar grandes cambios o tomar decisiones importantes cuando nos invade alguna sensación emocional. La emoción está conectada a procesos conscientes, no se encuentra oculta.


Vemos que en la CPU podemos controlar conscientemente ciertas acciones, cómo hablar, pensar o movernos (relacionadas con estas áreas de la corteza cerebral) y hay otros que no, como hacer la digestión o respirar. Estas acciones no conscientes y autónomas forman parte del Sistema Nervioso Autónomo (SNA) que a su vez está formado por dos sistemas diferenciados anatómica y funcionalmente. Estos son:

  • Sistema parasimpático: localizado su origen en el tronco encéfalo (una de las partes más primitivas, es básicamente el tronco del cerebro) y la parte sacra de la médula (parte baja de la espalda). Se conecta con ganglios de actividad específica y localizada utilizando acetilcolina de neurotransmisor. Esto activa procesos digestivos como la secreción de jugos gástricos o la insulina, contrae las pupilas, disminuye la frecuencia cardiaca y respiratoria e inhibe otros como la sudoración o la liberación de glucosa en el hígado.

  • Sistema simpático: tiene su origen en nervios de la médula espinal, zona torácico-lumbar, se conecta con ganglios de actividad amplia y difusa por todo el cuerpo, utiliza neurotransmisores de acetilcolina y noradrenalina que actúan segregando hormonas como la adrenalina, dilatando las pupilas, activando glándulas sudoríparas, aumentando la frecuencia cardiaca y respiratoria, liberando glucosa, e inhibiendo los procesos del sistema parasimpático.

Se aprecia hasta aquí que el sistema parasimpático es más tranquilo que el simpático. Ambos nos preparan para reaccionar ante los estímulos más peligrosos acechantes (léase con suspense), de hecho, nos avisa provocando agitación en nosotros mediante el mecanismo fisiológico de la emoción. Estos dos sistemas fueron estudiados en primera instancia por Walter Cannon y Hans Selye, de ellos se sentaron las bases para comprender los efectos fisiológicos de nuestra protagonista. Cannon (1939) propuso la idea de que la activación simpática y las reacciones de lucha-huida observadas se obtienen tanto de reacciones de regulación (ej. regulación de la temperatura corporal) como de reacciones psicológicas, para hacer frente a los estímulos con fuerte significado personal. Por otro lado, Selye (1936) observó un patrón generalizado de reacción ante estímulos desagradables que tenían como consecuencia la activación del sistema simpático, en un proceso que nombró como “síndrome general de adaptación (SGA)”. El mantenimiento de la exposición de los estímulos desagradables genera 3 fases diferenciadas en este SGA. La primera es una fase de alarma, dónde la respuesta inicial se caracteriza por la activación de sistema simpático, la segregación de adrenalina y la reacción de defensa. La presencia continuada del estímulo da paso a la fase de resistencia, dónde los mecanismos actúan tratando de adaptarse a esa situación sostenida. Y la última fase, si se mantiene la exposición, se denomina fase de agotamiento, en la que los mecanismos de defensa empiezan a flaquear y se observan desajustes importantes en el organismo. Es la base de lo que conocemos como respuesta al estrés.


No queda claro que existan patrones fisiológicos claramente definidos para cada emoción, a pesar de existir numeras investigaciones al respecto. Por ejemplo, Perter Lang (1990) registró los cambios en la frecuencia cardiaca y conductancia de la piel mientras los participantes veían una serie de imágenes con valencia afectiva agradable, neutra y desagradable. Para las personas lectoras interesadas, cabe comentar que estas imágenes son validadas como tipificadas, es decir típicas de esas valencias afectivas en esos 3 grados, por el International Affective Picture System (el IAPS) y son utilizadas en variedad de investigaciones en psicología. Continuando con el estudio de Lang, se pudo observar que las imágenes de contenido afectivo producen un cambio en la frecuencia cardiaca y la conductancia de la piel. Esto supone que los cambios fisiológicos producidos, para Lang, reflejan la activación de dos sistema afectivo-motivacionales básicos, uno apetitivo, activado por sucesos o estímulos positivos y otro aversivo, activado por los negativos. Estos preparan al organismo para responder de la forma más apropiada. La asociación se refiere a la acción de los diferentes sistemas, el simpático y el parasimpático, con su diferente acción a nivel neurohormonal en nuestro cuerpo.


Nos aproximamos al final en nuestro viaje, una parada que se ha estudiado y añadido recientemente. Estas son las neuronas espejo. Deben su nombre a que estas se activan tanto cuando la persona está ejecutando una acción como cuando la ve en otra persona o incluso cuando la imita, funcionan como un espejo. El mecanismo de estas neuronas nos ayuda a comprender las acciones y los estados emocionales de los demás, es decir que somos capaces de llegar experimentar la tristeza si vemos a alguien triste o, enfado si vemos a alguien enfadado. Esto nos lleva a la empatía, que es la capacidad que tenemos para ponernos en los zapatos de otra persona. Pero… lanzo una pregunta para reflexionar, ¿cada cuánto crees que te pones en el lugar de otra persona? Estoy segura que menos de las que nos gustaría reconocer.

Si te ha resultado interesante conocer algunas de las áreas del cerebro y su funcionamiento o su estudio, te invito a quedarte porque veremos mucho más en adelante, además de que podrás aprovechar las referencias aquí debajo para consultar y seguir ampliando. Aunque si por el contrario, te mola más conocer aspectos prácticos de la psicología o conceptos como la empatía o la inteligencia emocional no te vayas, así no te perderás lo mejor que esta por llegar.


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Gracias por acompañarme hasta aquí en este viaje.

Psicología Accesible 🌳


Referencias:


Aguado, L. (2005). Emoción, afecto y motivación. Madrid: Alianza Editorial


Bradley, M. y Lang, P. J. (2000). Measuring emotion: Behavior, feeling, and physiology. En R. D. Lane y L. Nadel, Cognitive neuroscience of emotion (pp. 242–276). Oxford University Press.


Bradley, M., Greenwald, M., Petry, M. y Lang, P. (1992). Remembering pictures: pleasure and arousal in memory. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 18, 379-39.


Damasio, A. (2001). El error de Descartes. Crítica. Barcelona: Destino.


Darwin, Ch. (1984). La expresión de las emociones en los animales y en el hombre. Madrid: Alianza Editorial.


Ekman, P., Basic emotions. En T. Dalgleish y M. (1999) Power Handbook of cognition and emotion, Nueva York: John Wiley.


Miller, E. y Cohen, J. (2001). An integrative theory of prefrontal cortex function. Annual Review of Neuroscience, 24, 167-202.


Morgan, M., Schulkin, J. y Le Doux, J. (2003). Ventral medial prefrontal cortex and emotional perseveration: the memory for prior extinction training. Behavioural Brain Research, 146, 121-130.


Morris, J., Ohman, A. y Dolan, R. (1998). Conscious and unconscious emotional learning in the human amygdala. Nature, 393, 467-470


Petrovic, P. et al. (2002) Placebo and opioid analgesia: Imaging a shared neuronal network. Science, 295, 1737-1740.




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